viernes, 25 de septiembre de 2009

La responsabilidad social y la asignación de las responsabilidades

En un mundo como el de hoy, las empresas deben generar un valor que vaya más allá de las utilidades monetarias y fines egocéntricos. El valor a crear va mas allá del generado por la transacción de bienes: debe ir orientado también hacia un fin común, un fin que no solo beneficie a la empresa o sus integrantes sino que signifique un aporte para el medio o sociedad en la que habitamos. Este nuevo objetivo para las organizaciones hoy en día requiere de una comprensión totalitaria del entorno de la propia empresa.

El entorno viene definido por el conjunto de todos los elementos externos de la organización que influyen o modifican su actuación[1]. Así, hay que lograr un aporte también a éste, pues afectará no sólo al entorno propio de la empresa sino al de todas las demás, y a los propios consumidores de una como de la otra.

Si comprendemos la sociedad como un total, vemos que cada institución tiene una función con ella y que las funciones y decisiones de cada una afectan al total y a las demás. En el caso de las organizaciones empresariales, cada una debe decidir qué a que ámbito aportar de acuerdo a una serie de características que ésta tenga.

La finalidad o el ámbito social a atender, estará determinado por cuatro características de la empresa: recursos humanos, cultura organizacional, proyección, infraestructura e imagen[2]. Cada uno muestra una dimensión distinta de la empresa, desde qué integrantes la conforman; los valores, creencias y costumbres que se tienen; los objetivos que se plantee; los medios tecnológicos e inmobiliarios con los que cuente y finalmente, el ámbito exterior: la imagen que proyecta hacia la comunidad.

Tomando en cuenta todo lo anterior, la empresa apunta hacia qué problema quiere atender, el cual estará relacionado, con todos los grupos de interés tanto externos e internos[3]. La decisión y la correcta ejecución del deber social implicará una mejora en la sociedad que se logra conjuntamente entre las organizaciones e instituciones y una mejora en las relaciones comunidad-empresa.

[1] El Prisma. Administración de empresas. En: http://www.elprisma.com/apuntes/administracion_de_empresas/empresaysuentorno/default8.asp
[3] Perú 2021

lunes, 14 de septiembre de 2009

La RSE: Un nuevo paradigma de racionalidad sustantiva

El modelo de gestión empresarial que aún prevalece en nuestro país es esencialmente el mismo que posibilitó la extraordinaria expansión del sistema capitalista en Occidente -desde la Revolución Industrial en el siglo XVIII y especialmente a lo largo del siglo XX, hasta el presente- y se fundamenta en el uso de la racionalidad instrumental[1] para alcanzar fines tales como maximización de utilidades y aumento del poder de mercado.

La racionalidad instrumental orienta la acción hacia la consecución de fines y por tanto permite concentrar la atención del tomador de decisiones en el uso eficiente de los medios requeridos para alcanzarlos. En compensación, pierde de vista todo lo que no esté directamente vinculado al objetivo en cuestión. Así es que –en el caso que nos ocupa- la búsqueda de rentabilidad y poder económico de corto plazo de parte de las empresas suele tener como contrapartida un aumento en el grado de conflictividad de las relaciones con los trabajadores y sus familias, con los clientes, con la comunidad, y con el medio ambiente. De hecho, el modelo de gestión en cuestión genera conductas y promueve decisiones -de parte de gerentes, directores y accionistas- que se asemejan a un juego de suma cero en que la ganancia de una de las partes tiene como contrapartida una pérdida para la otra, de manera análoga a lo que ocurre en una partida de ajedrez o de tenis.

Frente a este panorama, desde hace más de dos décadas, se viene desarrollando y asentado el concepto de Responsabilidad Social Empresarial (RSE), referido a la integración voluntaria por parte de las empresas de objetivos tales como: (1) el respeto al medio ambiente, (2) la incorporación y participación ciudadana en el desarrollo social y (3) el crecimiento económico sostenible.

La adopción voluntaria del concepto de RSE refleja la emergencia de un nuevo paradigma de gestión en las empresas, donde la figura del shareholder[2] cede paso y preeminencia a la del stakeholder[3], y en el que las decisiones que se adoptan están guiadas por el diálogo continuo entre los directores y los diversos grupos de interés, en procura de un objetivo ético que integre los tres factores citados en el párrafo anterior.

Nos encontramos frente a un nuevo paradigma de gestión ética guiado por una racionalidad sustantiva[4], que combina la racionalidad instrumental con un sistema de valores y principios éticos que trascienden los estrechos límites del corto plazo y del interés financiero inmediato, y que adopta la perspectiva de la sostenibilidad del crecimiento en el mediano y largo plazo, bajo un enfoque financiero y comercial, pero también social y ambiental.

[1] OLIVÉ, LEÓN (1988). ''Racionalidad - Ensayos sobre la racionalidad en ética y política, ciencia y tecnología''
[2] Ibid, op.cit.
[3] Accionista (Webster’s New World Dictionary, 1988).
[4] Grupos de Interés (Barnhart Dictionary of Etymology, 1988)


Úrsula Ruiz V.